sábado, 27 de julio de 2013

RETABLO DE PENTECOSTÉS. ICONOGRAFÍA DE SANTA MARÍA. Segunda Parte

RETABLO  DE  PENTECOSTÉS
Historia

En el siglo XVI se amplía la iglesia de Santa María, en tiempos del obispo don Francisco Delgado López, y se incorpora un retablo al ábside principal. Si la fecha es correcta, este retablo tuvo que sufrir grandes cambios a finales del XVII, por la construcción del camarín y quedaría estructurado como embocadura del mismo. 

         
 Estaba formado por una calle central, dos laterales, y una coronación o ático.

La central, como gran arco de triunfo abocinado con decoración de medallones encadenados y  decoración vegetal. En las enjutas del arco cabezas de ángeles.

Las calles laterales son mucho más estrechas con dos casetones o encasamientos alargados, decorados con imágenes. Aparecía  una especie de polsera o polvera baja con decoración vegetal y en su base se incorporaban dos nuevos casetones con figuras, que hacían un total de seis.

La coronación o ático era un gran semicírculo, culminado en el punto más alto por una figura del Padre Eterno.
En 1936 se perdió toda la iconografía excepto la figura del Padre Eterno y dos cabezas de ángeles aladas. Sin embargo, sí se conservó casi la totalidad de la estructura arquitectónica del retablo.

Por todo ello, y hasta la década de los 70 podemos hablar de un retablo muy pobre, al que en tres décadas sólo se le adosan dos imágenes policromadas (un Sagrado Corazón y un San José) en los dos casetones bajos de las calles laterales.


Será ya entrada la década de los 70, cuando, con motivo de la solicitud al Patrimonio Nacional, para que fuese declarado el conjunto arquitectónico Monumento Histórico Artístico, el entonces alcalde y Hermano Mayor de la Cofradía, Marcial Medina Berzosa, ordenó la limpieza del encalado existente en todo el edificio y encargó al joven Casto Sirvent Maza, carpintero local, la restauración y estructuración del retablo.

Se le agregarán dos casetones como arranque de una nueva calle y a su lado dos cuadros con pinturas relativas a San Esteban procedentes de la parroquia. También una cornisa con modillones que desempeña el papel de banco,  sustituyendo al antiguo altar que ya no era necesario por el cambio del rito litúrgico tras el Concilio Vaticano II.  El lugar que ocupaban primitivamente las figuras, fue ocupado por candelabros.

El 27 de enero de 1978 la iglesia de Santa María del Collado fue declarada Monumento Histórico Artístico.


La Muy Antigua, Ilustre y Real Cofradía de la Santísima Virgen del Collado Coronada, se ha preocupado por cuidar, mejorar y atender el patrimonio de la misma. Ha sido su actual junta directiva quien más empeño han puesto en la restauración del retablo.

Todo se inició, tras la Coronación Canónica de la Virgen del Collado el 16 de julio de 2006.
  
Ya se veía la necesidad de restauración de la estructura arquitectónica, que empeoraba por momentos, por lo que se empezó a pedir consejos y opiniones y se decidió buscar ayudas para embarcarse en el proyecto.

En una visita que hizo a Santisteban en 2007 Antonio Garrido Moraga(D.E.P.), filólogo, ex teniente alcalde de cultura de Málaga y reconocido cofrade, visitó la iglesia de Santa María y aconsejó la necesidad de mejorar el retablo. Habló del escultor Jesús López García, Suso de Marcos, gallego, afincado en Málaga, muy conocido y  autor de numerosas obras. Se puede mencionar el Cristo del Perdón de la Cofradía malagueña, conocida popularmente como Dolores del Puente

Siguiendo los consejos del señor Moraga, que curiosamente sería pregonero de las fiestas de Pentecostés de 2013, se establecieron los primeros contactos con Suso de Marcos. Finalmente, sería él quien se hiciese cargo de realizar la decoración escultórica del retablo. De  la mejora y ampliación del marco arquitectónico, se encargaría Casto Sirvent Maza, que ya había trabajado en su restauración en los años 70.  La restauración del retablo ha sido posible gracias también a la colaboración de Fundación Unicaja y Fundación Caja Rural de Jaén.

Se acordó que siendo la Virgen el motivo central y Pentecostés la fiesta litúrgica en torno a la cual gira todo, lo mejor sería que el retablo debía hacer máxima referencia a esta festividad. Suso de Marcos se ofreció a recrear el momento y, desde mi punto de vista, creó que lo logró. El día 20 de abril de 2013,  se procedió a  bendecir la restauración  del retablo del altar mayor de la Iglesia de Santa María del Collado.


           Estructura actual del retablo

Al ser las figuras del Padre Eterno y unas cabezas de angelotes alados, que han quedado situados por encima de Pedro y Pablo, las únicas imágenes que se conservan del primitivo retablo, Suso de Marcos ha tenido que ajustar la policromía del apostolado a estas figuras y, con su maestría, ha sabido crear una gran obra.

Coronación o ático
En la coronación del retablo y como eje central de la misma aparece La Santísima Trinidad.



El Padre Eterno representado de medio cuerpo, en alto relieve, como Pantocrátor, bendiciendo con una mano, y la otra apoyada sobre una esfera que representa el firmamento. Bajo El, el Hijo crucificado en el casetón central, y a los lados dos casetones vacíos que reclaman pronta ocupación. En la clave del arco triunfal la Paloma, Espíritu Santo, tallada por Suso de Marcos.

La figura del Padre Eterno está atribuida al maestro del siglo XVI Sebastián Solís. Iconografía semejante aparece en retablos del mismo autor, como el de Cambil o el de la Catedral de Jaén. Esta figura formó parte de la Magna Exposición Diocesana “En la Tierra del Santo Rostro”, en 2001.

                                           
A los laterales del gran arco de triunfo, el maestro Sirvent completa la calle iniciada en los años setenta y agrega una nueva con dos casetones. El retablo queda así conformado con seis estrechos casetones y una tabla pictórica con la iconografía de San Esteban, a cada lado del gran arco central.

Lado izquierdo o del Evangelio. Pedro, Juan y Tomás (arriba). Mateo, Santiago el menor y Simón (abajo). La tabla pictórica hace referencia a la lapidación de San Esteban.


Lado derecho o de la Epístola. Pablo, Andrés y Bartolomé (arriba). Felipe, Santiago el mayor y Judas Tadeo (abajo). La tabla hace referencia a la predicación de San Esteban.


                                                   El color
Suso de Marcos, como ya se ha mencionado, utiliza el color obligado por la policromía del  Padre Eterno de Sebastián Solís, pero procurando que la policromía no esconda la belleza de las tallas, sino que realce el significado de las figuras.

Las ropas de Pedro, Santiago el mayor y Bartolomé están policromadas con suaves tonos fríos. El artista ha querido representarlos como figuras serenas, tranquilas.


Pedro no aparece en el retablo como la figura enérgica del Discípulo de Jesús, sino más bien como portador de la serenidad y dulzura del primer Papa de la Iglesia, con su símbolo característico de las llaves.

Santiago tampoco está representado ni como “hijo del trueno”  (boanergués), como le llamó Jesús, ni como el Santiago “Matamoros”, de la reconquista española. Está representado como un peregrino, con las conchas y el bastón con la calabaza.

Bartolomé está representado, como es costumbre, portando en su mano el cuchillo de su propio martirio, pero también muestra el sosiego que de él destacaba el beato Santiago de la Vorágine, que decía de él: “se mantuvo ajeno al amor de las cosas en este mundo, vivió pendiente de los amores celestiales y toda su vida permaneció apoyado en la gracia y auxilio divino, no sosteniéndose en sus propios méritos sino sobre la ayuda de Dios”.                                                             


                        
Pablo y Juan, por el contrario, están policromados con predominio de tonos cálidos y con pliegues más movidos y acentuados, claras expresiones de  fuerza y energía.


Pablo, sin haber pertenecido al círculo inicial de los Doce Apóstoles, y recorriendo caminos jalonados de incomprensiones y adversidades se constituyó en el motor de construcción y expansión del cristianismo en el Imperio romano. No está representado como el filósofo helénico, que es lo más habitual. Aquí se representa como el guerrero, con el símbolo de la espada. La iglesia lo ha elegido como uno de los doce, en sustitución de Matías, que fue en realidad quien ocupó el puesto de Judas Iscariote.


Juan, el discípulo a quien Jesús amaba, que cuido de María por encargo del Maestro, esta representado con el cáliz que expresa pasión y amor sin límites.

                                                 La factura
Los paños y pliegues, se configuran de manera dinámica a base de planos y aristas que se atemperan con la policromía. Una de las características, por las que podemos reconocer la obra de Suso, son esos paños  en vuelos imposibles que se recogen y fraccionan en ondas más pequeñas con caídas ilusorias.



                                             Simón, representado con la sierra,  posiblemente como alusión a su radicalismo zelote.









Judas, el de los tres nombres: Judas, Tadeo y Lebbeo, representado con la maza de su martirio.



Mateo, representado con el libro y la pluma, en clara referencia a su papel de primer evangelista.



                                                     La actitud
A través de los símbolos y las actitudes, también ha querido el artista plasmar los estados de ánimo. Santiago el menor con la maza del batanero, expresa la fuerza y la energía del llamado hermano del Señor y primer obispo de Jerusalén.


Tomás, con el puño bajo la barbilla, expresa de forma maravillosa esa actitud de duda que el propio apóstol planteo ante la resurrección.
                                    
                                                                                                  


Andrés abrazado a la cruz, su símbolo. El apóstol amarrado, en Patrás, sobre una cruz en forma de aspa y que allí estuvo padeciendo durante tres días, sus tres últimos días que aprovecho incluso para predicar a los que se le acercaban. Su rostro representa la resignación.   

                                                  


Felipe está representado como aquel al que Jesús le dijo “sígueme” o aquel que le dijo a Jesús: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco» y Jesús le respondió que obedeciera. Es decir su actitud es la obediencia.

                                       







1 comentario:

  1. Como siempre amigo Ginés un trabajo claro, conciso, muy bien narrado y muy bien descritos cada uno de los elementos que forman ese maravilloso retablo. Nos dejas con las ganas de un tercero ya sabes lo que dice el refrán, no hay dos sin tres. Un saludo fuerte. Javier.

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